Jesús, el Hijo de Dios Padre, ha compartido en todos los sentidos nuestra condición humana, hasta el punto de compartir nuestra muerte, para que se nos haga partícipes de su vida divina. Jesús se ha entregado completamente a nosotros a través de María, y quien quiera entregarse completamente a Jesús debe hacer lo mismo. La salvación vino a nuestro mundo por María y por María podemos experimentar la plenitud de esta misma salvación que es una profunda participación en la vida de Jesucristo. En palabras del Padre de Montfort, nadie puede ser verdaderamente hijo de Dios sin ser también hijo de María.

La consagración a Jesús por María es un hermoso ejercicio para aumentar nuestra espiritualidad y nuestra capacidad de servir verdaderamente a nuestro Señor Jesucristo. Consagración significa dedicar el tiempo y la atención de uno a un propósito solemne o sagrado. La vida de María fue reservada con el único propósito de servir a Nuestro Señor. Siguiendo su ejemplo, nosotros también podemos entregarnos completamente a Cristo en servicio y amor.