Saint Pio of Petrelcina
The man later known by St. Pio of Petrelcina, or Padre Pio, was originally named Francesco Forgione, born to his parents Grazio and Maria in 1887. His parents had seven children, two of whom died in infancy. They taught the five surviving children to live their faith through daily Mass, family prayer of the rosary, and regular
acts of penance.
Francesco had already decided at a young age to dedicate his entire life to God. At age 10, he felt inspired by the example of a young Capuchin Franciscan and told his parents: “I want to be a friar – with a beard.” Francesco’s father spent time in America, working to finance his son’s education so he could enter the religious life.
On Jan. 22, 1903, Francesco donned the Franciscan habit for the first time. He took the new name Pio, a modernized Italian form of “Pius,” in honor of Pope St. Pius V. He made his solemn vows four years later and received priestly ordination in the summer of 1910. Shortly after, he first received the Stigmata – Christ’s wounds, present in his own flesh.
Along with these mystical but real wounds, Padre Pio also suffered health problems that forced him to live apart from his Franciscan community for the first six years of his priesthood. By 1916 he managed to re-enter community life at the Friary of San Giovanni Rotondo, where he lived until his death. He handled many duties as a spiritual director and teacher, covering for brothers drafted into World War I.
During 1917 and 1918, Padre Pio himself briefly served in a medical unit of the Italian army. He later offered himself as a spiritual “victim” for an end to the war, accepting suffering as a form of prayer for peace. Once again, he received the wounds of Christ on his body. They would remain with him for 50 years, through a succession of global conflicts.
Against his own wishes, the friar’s reputation for holiness, and attending miracles, began to attract huge crowds. Some Church officials, however, denounced the priest and had him banned from public ministry in 1931. Pope Pius XI ended the ban two years later, and his successor Pius XII encouraged pilgrimages to
Padre Pio’s friary.
Known for patient suffering, fervent prayer, and compassionate spiritual guidance, Padre Pio also lent his efforts to the establishment of a major hospital, the “Home to Relieve Suffering.”
Padre Pio died in 1968 and was declared a saint in 2002. Three years after his death, Pope Paul VI marveled at his simple and holy life in an address to the Capuchin Order.
“A worldwide following gathered around him ... because he said Mass humbly, heard confessions from dawn to dusk and was – it is not easy to say it – one who bore the wounds of our Lord,” Pope Paul explained. “He was a man of prayer and suffering.”
His feast day is September 23rd.
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San Pío de Petrelcina
El hombre conocido más tarde como San Pío de Petrelcina, o Padre Pío, se llamaba originalmente Francesco Forgione, hijo de Grazio y Maria, y nació en 1887. Sus padres tuvieron siete hijos, dos de los cuales murieron en la infancia. A los cinco hijos supervivientes les enseñaron a vivir su fe mediante la misa diaria, el rezo del rosario en familia y actos regulares de penitencia.
Francesco ya había decidido a temprana edad dedicar toda su vida a Dios. A los 10 años, se sintió inspirado por el ejemplo de un joven franciscano capuchino y les dijo a sus padres: “Quiero ser fraile, con barba”. El padre de Francesco pasó un tiempo en Estados Unidos, trabajando para financiar la educación de su hijo para que pudiera entrar en la vida religiosa.
El 22 de enero de 1903, Francesco vistió el hábito franciscano por primera vez. Adoptó el nuevo nombre de Pío, una forma italiana modernizada de “Pius”, en honor al Papa San Pío V. Hizo sus votos solemnes cuatro años después y recibió la ordenación sacerdotal en el verano de 1910. Poco después, recibió por primera vez los estigmas: las heridas de Cristo, presentes en su propia carne.
Junto con estas heridas místicas pero reales, el Padre Pío también sufrió problemas de salud que lo obligaron a vivir apartado de su comunidad franciscana durante los primeros seis años de su sacerdocio. En 1916 logró reingresar a la vida comunitaria en el convento de San Giovanni Rotondo, donde vivió hasta su muerte. Se ocupó de muchas tareas como director espiritual y maestro, cubriendo a los hermanos reclutados en la Primera Guerra Mundial.
Durante 1917 y 1918, el propio Padre Pío sirvió brevemente en una unidad médica del ejército italiano. Más tarde se ofreció como “víctima” espiritual para el fin de la guerra, aceptando el sufrimiento como una forma de oración por la paz. Una vez más, recibió las heridas de Cristo en su cuerpo. Permanecerían con él durante 50 años, a través de una sucesión de conflictos globales.
Durante 1917 y 1918, el propio Padre Pío sirvió brevemente en una unidad médica del ejército italiano. Más tarde se ofreció como “víctima” espiritual para el fin de la guerra, aceptando el sufrimiento como una forma de oración por la paz. Una vez más, recibió las heridas de Cristo en su cuerpo. Permanecerían con él durante 50 años, a través de una sucesión de conflictos globales.
En contra de sus propios deseos, la reputación del fraile por su santidad y por asistir a milagros comenzó a atraer grandes multitudes. Sin embargo, algunos funcionarios de la Iglesia denunciaron al sacerdote y le prohibieron el ministerio público en 1931. El Papa Pío XI puso fin a la prohibición dos años después, y su sucesor Pío XII alentó las peregrinaciones al convento del Padre Pío.
Conocido por su sufrimiento paciente, su oración ferviente y su guía espiritual compasiva, el Padre Pío también prestó sus esfuerzos para el establecimiento de un importante hospital, el “Hogar para
aliviar el sufrimiento”.
El Padre Pío murió en 1968 y fue declarado santo en 2002. Tres años después de su muerte, el Papa Pablo VI se maravilló de su vida sencilla y santa en un discurso a la Orden de los Capuchinos. “Se le unió un gran número de fieles de todo el mundo… porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde el alba hasta el anochecer y era –no es fácil decirlo– uno que llevaba las llagas del Señor”, explicó el Papa Pablo VI. “Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Su fiesta es el 23 de septiembre
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